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Marçal Giró, hasta hace pocos días propietario del Cariño, un 'Stradivarius' del mar

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Estos días todavía se puede ver amarrado en el pantalán 2 del Club Nàutico Vilanova el barco Cariño. Se trata de una embarcación muy especial, propiedad hasta hace pocos días de Marçal Giró i Borràs que la ha vendido a Enric Pont Viladomiu, sobrino de los primeros propietarios, Cinto Viladomiu y su hija. Este barco desde que se votó, en 1979, que ha estado en el Club Nàutic Vilanova.

Los primeros propietarios salían tres o cuatro meses al año por el Mediterráneo, lo tuvieron 20 años. Después a primeros del s. XXI, Marçal Giró lo adquirió. Durante diez años compitió en el trofeo del Conde de Barcelona en Palma de Mallorca, "no es un barco de regata, es de crucero. Cuando me jubilé, cada año, durante seis meses, navegaba por el Mediterráneo, Adriático, Jónico y el Egeo. Los primeros años en solitario, pero preferí no hacerlo más porque me provocaba demasiada tensión. Entonces quedaba con amigos y íbamos haciendo escaleras, en total 35 amigos habrán pasado por el barco haciendo estas singladuras", explica Giró.

Se trata de un diseño muy curioso de Sparkman & Stephens, una marca que se ha hecho muy famosa en Estados Unidos después de ganar la Copa América. La construcción la hicieron los varaderos Carabella después de haber comprado los planos, fue un trabajo por encargo, "esta casa no construía barcos en serie". Se trata de un barco de 42,75 pies de eslora, 12,56 de manga y 6,5 de calado, con un palo de abeto de 15 metros. La quilla está laminada en siete capas, el forro, moldeado en frío, lo forman cuatro capas, y otras tres capas, para acabar completando los 28 milímetros de madera de samanguila. Las cuadernas son también de esta madera, colocadas cada 30 centímetros para buscar robustez. El alerón y el tomillo son de iroko, una teca africana. La cubierta es de teca birmana de 12 milímetros. Salió una reseña en la revista Skipper.

En definitiva toda una obra de artesanal, "de este barco decían que tenía un sonido como un Stradivarius, porque es como una caja de resonancia de madera, es un sonido mucho más agradable, no tan estridente el de la fibra. La casa de Sparkman & Stephens tiene mucho prestigio, por eso la calidad de sus trabajos es muy apreciada. Tanto es así, que era conocido, cuando llegábamos a los puertos la gente ya tenía alguna referencia de él". Los dos barcos que ha tenido Marçal Giró han sido de madera, "no me gusta el plástico. Los de madera son embarcaciones más pesadas, cortan la ola muy bien, tienen una inercia mucho mayor, aguantan muy bien la escora, el sonido cuando navega es totalmente distinto, no como de cazuela", exclama.

Sorprendentemente, al contrario de lo que se podría pensar el mantenimiento de un barco de madera el coste del mantenimiento es prácticamente igual que a los de fibra, “al estar hecho con madera conformada en frío, con tres capas, basta con levantarlo uno vez al año para sacarle el caracol y pones patente y ya está. Este barco está equipado para hacer estas grandes travesías, por eso tiene doblado la mayor parte del instrumental y ganar en autonomía, podría estar tres semanas sin hacer puerto, dependiendo de la tripulación, claro".

Marçal Giró al cumplir los ochenta años ha decidido girar su vida, y se ha vendido el barco. Continuará navegando con amigos, sin embargo. El día que tomamos la fotografía que acompaña a estas líneas fue la última vez que lo vio, un momento muy emotivo por Marçal Giró, uno no puede quedarse indiferente al separarse de una obra de arte.